20 de octubre de 2008

Luna



Anoche hablé con la luna. Parecía más nítida y llena que nunca. Ella me escuchó atenta desde allí arriba; estaba preciosa rodeada de estrellas. Le susurré bajito, muy bajito. No dejé de mirarla mientras hablaba, y ella no dejó de iluminarme. Le conté todos esos secretos que no me atrevo a desvelar; esas pequeñas parcelas de vida oculta que todos tenemos y que de vez en cuando hacen falta exteriorizar. Hablé y dije más de la cuenta, pero no me importó. No me importó que fuese testigo de todos esos pensamientos que rondaban mi cabeza, y que me quitaban el sueño alguna que otra noche. Sentía que ella era mi cómplice; mi única cómplice. Y seguí hablándole con serenidad, en parte hechizada por el embrujo de su magia. Seguí contándole hasta que ya no tuve nada más qué decir. El silencio de la noche, hizo parecer que no existía nada más que ese cielo estrellado y esa luna; que se pusieron de acuerdo y en un gesto de complicidad, me concedieron un deseo en forma de estrella fugaz…


2 comentarios:

Enigmática dijo...

Que bonito niña de los colores, cada vez me gustan más tus posts...

Un besazo,

Enigmática

. dijo...

A veces es tan necesario liberarse de los pensamientos que te persiguen y te ponen la cabeza patas arriba... Una noche de estas tendré que intentar hablarle, tal vez a mí también me escuche...